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Geniales para picotear o para comer los fines de semana. Son un clásico de cualquier recetario norteamericano y que tienes que probar al menos una vez en la vida si eres amante de las alitas de pollo. Entre la salsa en la que se cocinan y la salsa con la que se acompañan, las vas a disfrutar tanto que no vas a querer que se acaben.